IN MEMORIAM

Juan Alfredo Casaubon
+ 11 de Junio de 2010

Juan Alfredo Casaubon, uno de los más notables intelectuales católicos argentinos de la segunda mitad del siglo XX, falleció en Buenos Aires el 11 de junio de 2010. Casaubon fue abogado, catedrático universitario, Juez de Cámara, fundador de la Universidad Católica Argentina “Santa María del Buen Aires”, autor de libros aún hoy importantes y destacado filósofo en la rama de la lógica. Ha sido justamente calificado en las notas publicadas en ocasión de su muerte como “gloria de la filosofía del derecho” (Héctor Hernández, “Diario de Filosofía del Derecho”, nº 12.703, 12 de marzo de 2011), “hombre principal” (Jorge Guillermo Portela, “En memoria de Juan A. Casaubon”, en Revista “UCActualidad”, agosto de 2010, pág. 6) y, agregamos por nuestra parte, algo no menos importante: fue una persona de bien.

Su vida.

Nació en Buenos Aires el 16 de mayo de 1919, único hijo del Dr. Alfredo Casaubon, quien llegó a presidir la Sociedad Argentina de Pediatría, y de Sara Ángela Chiappori. En 1930, con sólo 11 de años de edad, concibe su primer producto intelectual: un diario del viaje en barco que emprende con toda su familia a Europa.  A los 27 años, accede al título de abogado, por la Universidad Nacional de Buenos Aires, con diploma de honor y obtiene el premio Tedín Uriburu por haber obtenido el más elevado total de puntos en todos los exámenes de la carrera. Al año siguiente (1948) se inició en la docencia universitaria en calidad de profesor adjunto de “Filosofía” en el curso de ingreso a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A.. Fue profesor adjunto de la cátedra de “Lógica” en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (1949-52 y 1953-56) y, enseñó, con categoría de titular de cátedra, la misma materia, en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.C.A. Más adelante, fue también profesor titular de “Gnoseología” en la misma facultad. Fue también profesor titular de “Introducción al Derecho” y “Filosofía del Derecho”, tanto en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A., como también en la de Derecho y Ciencias Políticas de la U.C.A.. Cuenta su hijo Pablo que en la década de los años 70, en la U.B.A.. llegó a tener más de 500 alumnos simultáneamente.

Ingresó al Poder Judicial de la Nación a los 35 años de edad (1955), como Secretario de un Juzgado Civil. Nombrado Juez Nacional al año siguiente (1956), permaneció en el cargo hasta 1970, año en el que fue ascendido a Camarista hasta que optó por jubilarse en 1974.

En ese mismo año 1974 ingresó al CONICET como becario “investigador formado”, luego pasó a ser “investigador independiente” y, por fin, “investigador principal”, en 1982.

Casado a los 34 años con Hemilce María “Beba” Peltzer, formó con ella una familia ejemplar, a lo largo de 57 años de extenso y prolífico matrimonio, que dio como fruto 11 hijos, 29 nietos  y una bisnieta.

Su obra.

Casaubon publicó seis libros y más de un centenar de artículos en revistas especializadas (una reseña completa de su obra escrita puede verse en el homenaje publicado en Revista “El Derecho”, Diario de Filosofía del Derecho, edición del 2 de marzo de 2011, nº 12.703, págs. 13-15). Vamos a hacer una selección necesariamente arbitraria de sus obras, para la presente nota, por razones de espacio y también por limitación personales de quien esto escribe.

Una de sus obras más difundidas y leídas es un manual de lógica y filosofía para quinto año de la escuela secundaria: Nociones generales de lógica y filosofía (tenemos frente a nosotros la primera edición publicada por Editorial Estrada en el año 1981). Somos muchos los que hicimos nuestros primeros palotes en lógica con el libro de Casaubon que, en su género, es de lo mejor que se ha escrito en nuestro medio. La mitad del libro desarrolla las nociones elementales de lógica, con claridad, precisión y solvencia –es que en lógica aristotélico-tomista fue, sin lugar a dudas, el especialista más competente que ha dado nuestro país-  y con un riguroso orden sistemático, incluyendo un capítulo sobre lógica matemática o simbólica. La segunda mitad es un resumen escolar, pero muy prolijo y ordenado, que desarrolla los principales temas de antropología filosófica, gnoseología, epistemología, ética y metafísicas, siempre desde la perspectiva de la más estricta ortodoxia aristotélico tomista. Esta obra fue nuevamente publicada por la Editorial de la Universidad Católica Argentina (EDUCA) en reciente edición de 480 páginas que no dudamos en recomendar a todos aquellos que estén haciendo sus primeras armas en estas lides. Comenta su discípulo, Jorge Portela, que cuando Casaubon concluyó el libro que le habían encomendado, “si se hubieran publicado los originales, la obra hubiera tenido varios tomos. En aquella oportunidad, nos tocó a nosotros la inmensa tarea de adaptar el trabajo para el nivel secundario” (Portela, Jorge, nota necrológica publicada en UCActualidad, citada supra). Seria interesante rescatar los manuscritos de la obra completa y tal vez publicarla.

A fines de la década de los años 70 del siglo pasado, dirigió una obra colectiva destinada a cubrir los diversos temas del programa de la cátedra de “Introducción al Derecho” que él mismo dictaba en la Universidad Nacional de Buenos Aires  y que fue publicada por Ed. Ariel entre 1977 y 1983. Los, en ese entonces, jóvenes integrantes de la cátedra tomaron a su cargo distintas partes del temario y se los distribuyeron en 6 volúmenes a saber: Volumen  1:Introducción general,  por Juan Marcos Pueyrredón y José Atilio Álvarez;  Volumen 2, La actividad cognoscitiva del hombre (Buenos Aires, Ed. Ariel, 1979), por Juan A. Casaubon; Volumen 3. Derecho por Juan  A. Casaubon, Juan Marcos Pueyrredón y Héctor Pedro Iribarne, Volumen 6: La Justicia, por Jorge Guillermo Portela. Los volúmenes 4 y 5, que no llegaron a publicarse, versarían sobre El conocimiento jurídico (seguramente, a cargo de Casaubon) y sobre Derecho Natural (creemos que estaría a cargo de Portela). En las partes escritas por Casaubon se aprecia un sano equilibrio entre la índole escolar propia de la obra –no olvidemos que sus lectores naturales eran alumnos de primer año- y la versación del autor, quien no deja de pronunciarse y de intervenir en las polémicas más relevantes acerca de cuestiones controvertidas sobre teoría del derecho en el tomismo.

He dejado para el final -de esta muy incompleta reseña- lo mejor. En efecto, en nuestra opinión una obra insoslayable es su -a estas alturas- famoso estudio sobre el tema de los universales: Palabras, ideas, cosas. El problema de los universales (Buenos Aires, Ed. Candil, 1984). Se trata de un libro de lectura obligada por la importancia del problema y por su impacto en, prácticamente, todas las partes de la Filosofía. El libro de Casaubon es un ejemplo de investigación bien hecha: en el primer capítulo presenta el problema, en el capitulo II  realiza una revisión exhaustiva y profunda de las diversas escuelas y de las soluciones que han dado a esta célebre cuestión. Así, pasa revista a las principales tesis de los nominalistas, los conceptualistas, los que denomina “ideal-objetivistas”, los realistas exagerados y los realistas moderados. Es de notar la erudición de la que hace gala Casaubon en este completo repaso de autores y fuentes, las más de las veces citados en su idioma original –entre paréntesis: dominaba el inglés, el francés, el italiano y el latín-, de las más diversas épocas y corrientes y su eximio conocimiento de lo más granado del pensamiento filosófico occidental. En el siguiente capítulo, el tercero y último, tras la laboriosa faena de exposición y crítica de “las soluciones erróneas”,  formula la exposición del realismo moderado, es decir, de la solución correcta. Termina la investigación con un sub-acapite, final, en el cual extrae las consecuencias del realismo moderado para las distintas ciencias.

 En suma, se aprecian, en la obra de Casaubon, las siguientes características que ponen de manifiesto su categoría intelectual superior: un conocimiento profundo y directo de las fuentes filosóficas, una muy ordenada estructura sistemática, una exposición nítida y precisa y, en sus obras destinadas a un público más amplio, un muy logrado equilibrio entre rigor y didáctica.  

Su ethos.

Los que lo conocieron destacan, con llamativa uniformidad, que uno de los rasgos fundamentales del carácter de Casaubon era lo que, emulando a Sócrates, podríamos denominar la enkratia (véase PLATÓN, Górgias, 491 d): el señorío sobre sí mismo, el perfecto dominio de sus propias pasiones, virtud que lo que lo convertía en un hombre equilibrado, moderado y sereno. Nadie lo vio jamás perder el control o, tan siquiera, enojado y sus hijos cuentan que su autodominio era tal, que no lo escucharon nunca proferir una mala palabra. Una anécdota de su vida tribunalicia constituye ejemplo elocuente de su integridad: un litigante agradecido les hizo llegar a cada uno de los empleados del Juzgado de Casaubon una lapicera de oro y plata como regalo de fin de año. Enterado nuestro Juez, las confiscó una por una, mando llamar al abogado y lo conminó a retirarlas del juzgado bajo amenaza de promover en su contra formal denuncia por el delito de prevaricato! (tomado del escrito de su hijo,  Pablo Casaubon “Vida y virtudes familiares de Juan Alfredo Casaubon”).


Julio E. Lalanne